Testimonio

Testimonio de un judío ateo, comunista y alcohólico

Mi nombre es Gustavo Chimeles, nací en la Argentina. Hijo de Miguel Chimeles de origen polaco, llegó a la Argentina cuando tenía cinco años con su padre Uszer Chimeles y su madre Ester Feldman. Desembarcaron en 1938 en Bs.As, escapando apenas momentos antes de que se iniciara la segunda guerra mundial. Lograron huir en uno de los últimos barcos que zarparon del puerto en el cual se encontraban. Para ese tiempo había unos tres millones de judíos en Polonia y un millón setecientos mil cayeron en manos de los nazis. El Eterno preservó la vida de mi familia, pues tenía un propósito con sus descendientes. Mis abuelos, una vez radicados en el país, pudieron con mucho esfuerzo prosperar y vivir con dignidad. Mi padre pudo recibir una buena educación y con el tiempo alcanzó un buen pasar económico que le permitió a los 32 años casarse con mi madre, Sofía Dorfman.

Soy el segundo de los tres hijos varones. Crecí en una familia judía tradicional, es decir no practicábamos la religión judía, no cumplíamos con los preceptos de la Torah (los cinco libros de Moisés), simplemente festejábamos las fiestas judías como la Pascua (Pesaj) o año nuevo (Rosh Hashana) de una manera muy laica. Mi padre en su juventud fue un judío ateo militante del partido comunista y a través de sus creencias, se arraigó en mí también esta forma de pensar. 

La infancia la pase en medio de un clima económico de clase media alta, es decir; no me faltó buena educación, ni un hermoso hogar donde vivir y bellos lugares donde vacacionar. Pero mientras los años fueron transcurriendo, con ellos crecía también el vacío de mi corazón, nada satisfacía mi alma, ni el bienestar, ni el estudio, ni el ideal comunista, ni mis padres y hermanos suplían esa necesidad que había en lo más profundo de mí ser. 

A pesar de tener una relativa buena familia, humanamente hablando, comparada con la de otros hogares, faltaba el diálogo y una comunión más íntima entre nosotros. En medio de este conflicto interno y luchando por encontrar mi identidad en este mundo, un impacto muy fuerte sacude mi vida. La muerte de mi padre, después de algunos meses de estar enfermo con una infección bastante complicada, fruto de sus tensiones nerviosas, debidas; a que la situación económica en la Argentina se había empeorado, para muchos; y entre ellos estábamos nosotros perdiéndolo todo. 

Aunque parezca increíble, de todo lo que poseíamos, no quedó absolutamente nada (los detalles serían muy largos de explicar en este momento), pero así sucedió. De la noche a la mañana nuestra situación financiera cambió radicalmente. Mi madre y hermano mayor, rápidamente tuvieron la obligación de trabajar para sostener el hogar. También yo al poco tiempo, por una cuestión evidente de necesidad, comencé a trabajar con mis quince años de edad en una empresa textil. 

Aunque no conocía a Elohim (Dios) en ese tiempo, hoy le agradezco al Todopoderoso su gran amor y misericordia, porque nada nos faltó, y pudimos salir adelante. Toda esta angustia que arrastraba, al poco tiempo derivo, en que se sumaran nuevos vicios en mi vida, la adicción del alcohol y del tabaco, además de mal gastar mi dinero en prostitutas y boliches. Mi vida se estaba destruyendo, quería cambiar pero no podía. 

Procuré rehabilitarme del alcoholismo en “Alcohólicos Anónimos” y en el “Hospital de Salud mental” con la asistencia especializada de psicólogos. Pero en definitiva ninguno de estos intentos produjo algún efecto positivo en mí vida, al contrario mi alma se perdía cada vez más. Por aquellos días un amigo de la farra (o de la noche) que había simpatizado con el evangelio, era utilizado para que conociera por primera vez la familia de Dios. Para mi sorpresa congregaban algunas personas judías. Debo reconocer que me asombró muchísimo, pues a pesar de mi poco conocimiento espiritual, sabía muy bien (según mi raciocino) que Yeshúa (Jesús era el Dios de los no judíos). Lo más maravilloso y sorprendente fue encontrar en este grupo un amor tan especial que jamás había sentido. Ese amor y cariño que me brindaron (hoy comprendo que era el amor de Dios en sus vidas), me llevó a participar de varias reuniones con ellos (los hermanos) que dieron sentido a mi existencia por primera vez. 

A pesar de todo lo hermoso que estaba experimentando, seguía dudando que Yeshúa (Jesús) fuera el Mesías de mi pueblo Israel. Ante la incredulidad que arrastraba por años, el poder de Dios no se hizo esperar, y en una reunión de hogar el Ruaj ha Kodesh (Espíritu del Señor) me tocó de una forma muy especial revelándose sobrenaturalmente a mi empobrecida alma. Desde ese preciso momento, en que su presencia se manifestó a mi vida y hasta hoy le sirvo a Yeshúa (Jesús), con todo mi corazón. 

Aproximadamente poco antes de cumplir los 21 años, obedecí al llamado del Señor para servirle a tiempo completo e ingresé al discipulado del Movimiento Cristiano y Misionero; durante casi 12 años fui instruido y capacitado para poder servir en la obra de Dios con integridad y excelencia. Casi desde el principio, enfatizó Yeshúa ( Jesús) en mí, el don de la enseñanza, en el cual fui siendo perfeccionado; con el fin de edificar al cuerpo del Mashíaj (Cristo). 

En estos años de ministerio y por la gracia del Señor, he podido compartir las diferentes temáticas que El Dios ha puesto en mi corazón por varias provincias y ciudades de la Argentina, Uruguay, Paraguay y Brasil. Desde el año 2000, compartimos el ministerio con mi amada esposa Cristina; en la hermosa República del Paraguay. Nuestro único objetivo es ser un verdadero canal de bendición para esta nación y desde aquí para muchas naciones del mundo. Shalom.